Lo que me enseñaste
Sentada en un sillón que me quedaba demasiado grande, me enseñaste a ser tu secretaria, para lo cual tuve que aprender a usar la calculadora, fregar escaleras , y comprar en el mercado un poco de fruta y otro poco de Jamoncito del rico. Me enseñaste a pasear en autobús por Madrid, a pagar el billete y a observar los edificios que nos veían pasar mientras tú me descubrías lo que había detrás de ellos. Me enseñaste a jugar a las damas y a leer tbos de tintín con mucho cuidado para que no se rompieran. A rozar el jardín y a trasplantar los geranios en la época adecuada para que se sientan mejor, a jugar a jardineros, a encender hogueras en verano, a cruzar la estación, me enseñaste a estar de buen humor en todo momento, a cocinar tortillas, y torrijas en grandes cantidades, para que nadie se quede sin probarlas. Me enseñaste sobre todo que lo más importante en esta vida es ser paciente, humilde, bueno y dulce. Me enseñaste que no importa cuantas veces cuentes un chiste o cantes una canción mientras haya alguien que quiera volver a oirlo una vez más. Me enseñaste que se puede transmitir la alegría sin darse apenas cuenta, y que parte de la alegría que me caracteriza, te la deberé siempre a ti.